domingo, julio 07, 2013

El sentimiento destructible

Llevaba once meses entre ellos, se había acostumbrado a la comida del planeta y su vestir era sencillo, saco negro y polo rojo, pantalón negro y zapatillas negras. Los miércoles salía a escuchar jazz en La Noche de Barranco y los viernes eran para caminar por la playa hablándole al viento de ella.

Aunque estaba seguro que el sentimiento aquí era más fuerte que allá, su conciencia del tema no le evitaba sentir el corazón quemarle el pecho y los ojos imantarse a ella cuando pasaba por la oficina. Los once meses desde que la conoció se volvieron días inútiles a los que había que agregarle algo para que sean ciertos, ni su maquinita de verdades ni la telepatía le sirvieron de mucho, tampoco el reloj de luces o sus ciento veintisiete años le dieron algún conocimiento certero de lo que debía hacer. Estaba enamorado hasta las antenas.

Cuando cumplió el año en la Tierra no pudo evitar dejarle una carta donde le contaba todo, desde donde vino hasta a donde se va. Y ella se rió del tema toda una semana.

Al octavo día el planeta fue destruido.


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