en el cuaderno de ojos ajenos
con el niño en su regazo haciendo bailar los globos,
el viento ha cesado un momento para no despeinarla
y la banquita de madera ha dejado de estar helada
para cobijarla del frío que irrumpió la primavera,
el sol cae en pedazos sobre sus cabellos
y el viento juega con el niño
elevando unos cuantos globos
en su afán de sorprenderlo.
Ella besa el parque con sus dedos
acariciándose los labios dormidos del aire gélido
que insiste en rozar su piel
en cada ola de viento,
el tartamudeo de los globos no interrumpe su sonrisa
y el niño esconde la mirada entre sus brazos
acaso intentando cobijarse de las primeras gotas de lluvia,
que ella en su afán de coleccionar
ha comenzado a llover a cántaros rotos
usando sus mejillas cual manantiales
que dan a parar al seno del río.
La noche se anuncia en sus ojos dormidos
y el niño comienza a soltar los globos
que intentando ser parte del viento
se pierden en el cielo de un rojo incendiario
del cual siguen cayendo pétalos
para hacer rima con su cabellera
mientras el parque se enamora de su sonrisa
y la primavera llueve sin vergüenza
de lo que vaya a quejarse después el invierno,
ya que ella llegó al parque
para enamorar al viento.
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